Las líneas de Nazca han fascinado al mundo entero por su enigmática perfección y su antigüedad. Sin embargo, detrás de su atractivo visual se esconde un complejo sistema de pensamiento y simbolismo que, según el antropólogo Félix Morales Espinoza, debe ser protegido con una mirada mucho más amplia de la que hoy propone el Estado peruano.
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Felix Morales Espinoza |
La reciente reducción del área intangible —de 5.600 a 3.200 kilómetros cuadrados— ha generado preocupación en el ámbito académico y cultural. Si bien se ha asegurado que la zona inscrita como patrimonio mundial no ha sido alterada, especialistas como Félix Morales Espinoza cuestionan el enfoque técnico y fragmentario con el que se ha gestionado la protección de este sitio.
“El problema no es solo la reducción per se, sino el modelo de conservación que prioriza la delimitación sobre la comprensión integral del territorio”, comenta Morales Espinoza. Desde su visión, las líneas de Nazca no son figuras aisladas, sino parte de un sistema ritual que articula caminos, puntos de observación astronómica, lugares ceremoniales y memorias culturales que aún no han sido plenamente investigadas.
El antropólogo sostiene que el territorio tiene una dimensión simbólica que se transmite a través de generaciones, y que debe ser reconocida y preservada. “Cuando el Estado decide qué proteger y qué no, sin integrar un enfoque antropológico ni la voz de las comunidades cercanas, está empobreciendo la comprensión de nuestra historia”, afirma.
Félix Morales Espinoza propone un modelo de conservación participativo, en el que se involucren las poblaciones locales, especialistas en ciencias sociales, y se promueva una visión cultural del patrimonio. “Nazca debe ser protegida no solo como una atracción turística o un bien arqueológico, sino como un espacio vivo de identidad y sabiduría ancestral”, concluye.
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